ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

EL HOMBRE ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA 

El Hombre de Vitruvio es un famoso dibujo realizado por Leonardo da Vinci alrededor del año 1487. Representa una figura masculina desnuda en dos posiciones superpuestas de brazos y piernas inscritas en un círculo y un cuadrado. En principio se trata de un estudio de las proporciones del cuerpo humano, realizado a partir de los textos de Vitruvio, arquitecto de la antigua Roma, del cual toma su nombre este famoso dibujo. 

Atendiendo a la simbología y a ciertas relaciones matemáticas, que no se ven a simple vista, podemos decir que representa al hombre como un microcosmos, dentro de un orden cósmico total y unificador que lo contiene todo en sí mismo, como hijo que es de la Tierra, que le engendra, y del Sistema Solar, que le da la vida. Ese Orden Total vincula al hombre con el Cielo y con la Tierra y por ello es reflejo de ese mismo orden que lo contiene.

Según la tradición taoísta China “cuando Shang Ti, el Señor (Dios-Creador de los chinos), lo decretó, llamó a la existencia al Cielo, a la Tierra, y al Hombre, al que situó entre el Cielo y la Tierra. Él puso separadamente en orden a los hombres y a las cosas, todos expandidos por los cielos.” Así, el hombre situado entre el Cielo y la Tierra, responde a uno y a otra (como simboliza el ideograma Tian). En ese sentido es un microcosmos, un modelo reducido del universo o macrocosmos. Está hecho a imagen del Cielo-Yang y de la Tierra-Yin. 

La cosmología del Tao es un conocimiento nacido de la meditación. En esta cosmología, no hay un solo universo sino múltiples universos que tienen puntos de intersección con el nuestro, pero que no son perceptibles, por lo tanto no es posible detectarlos mediante la simple observación. De la nada inicial del Tao, o del Qi primordial, emergen todas las manifestaciones materiales gracias al principio soberano que existe en sí mismo: "El Tai Chi es a la vez el principio de oposición y de complementariedad en la alternancia". Estas dos polaridades son el Yin y el Yang. El Tai Chi, como principio, permite la materialización de los fenómenos perceptibles. 

Nuestra civilización occidental no es ajena a este tipo de planteamientos religioso-filosóficos, todo lo contrario. En la cuenca mediterránea, la cultura egipcia y posteriormente la griega -su continuadora-, está la matriz de nuestra cultura. Nosotros, sus hijos y herederos, hemos bebido de sus fuentes.

La cuadratura del círculo fue, en sus comienzos, un problema matemático-geométrico y filosófico para los griegos, que ha mantenido pendiente a grandes mentes de nuestra cultura durante muchos siglos pues implicaba, en esencia, la relación numérica entre el cuadrado y el círculo. Aunque en aquellas épocas se intentaba encontrar un cuadrado de área igual a la de un círculo dado solamente mediante métodos geométricos.

El cuadrado como símbolo y representación de lo material y terrestre y el círculo enmarcado en el orden celeste. Esta relación trascendente entre la materia (cuadrado) y el espíritu (círculo) viene dada matemáticamente por el número trascendente Pi (π) ≈ 3,1415926…. que es un número inconmensurable, es decir, que no puede ser igualado a ninguna medida racional (resultado de una razón o división). En el orden práctico esto significa que dicha relación nunca puede alcanzarse en la realidad material, al ser dos órdenes distintos entre sí (cuadrado-tierra y círculo-cielo), aunque siempre nos podremos aproximar tanto cuanto queramos y nos permitan los métodos utilizados. 

Para mayor detalle y conocimiento de este tema puedes ver mi trabajo de investigación sobre este asunto y que está en este blog: 

Fue el gran genio Leonardo da Vinchi quien expresó artísticamente esta relación, entre cuadrado y circulo, entre tierra y cielo, que se concreta en el hombre, conforme a su maravilloso dibujo del “Hombre de Vitruvio”. Es el hombre el que abarca con sus proporciones tanto al círculo como al cuadrado, pues el hombre es el canon y la medida de todas las cosas.

Pero lo que no se ve en este dibujo -porque no está presente- es que, el pentágono (señalado en azul) es la figura geométrica regular que mayor aproximación alcanza en el valor del número π, y que el pentágono encaja y engloba exactamente al cuadrado, al circulo y al hombre en esta relación trascendente, como se puede ver en el gráfico adjunto, y que ha inspirado el anagrama de esta Web. 

En nuestra cultura, el pentágono y la estrella de cinco puntas, que en él queda inscrita, expresa el símbolo por excelencia del hombre, el “Adam Kadmon” de los cabalistas, el hombre primigenio que representa a toda la humanidad. 

Así, al mirar hacia arriba, hacia los cielos, desde aquí, desde nuestra madre Tierra, donde hemos venido a la existencia material, podemos considerar que tal como está dispuesto en el Cielo, así mismo está dispuesto nuestro ser y estar en nuestra vida sobre la Tierra. Es el principio hermético de la analogía que nos permite establecer esa correspondencia entre el Cielo y la Tierra por medio del Hombre.


Las estrellas en el Cielo siempre han inspirado a nuestra humanidad. Desde los más remotos tiempos el ser humano ha mirado las estrellas como fuente de inspiración y esperanza. Hay algo en su titilante luz que nos mueve de nosotros mismos y nos orienta hacia un plano superior. Cuando alzamos nuestros ojos al cielo ya no sentimos la gravedad de la Tierra. ¡Nos elevamos hacia un plano superior!

En momentos oscuros, como los que ahora acontecen, necesitamos saber que hay esperanza, que hay luz al final del túnel. Las estrellas siempre aportan esa fe en el futuro, manteniendo la promesa de que podemos encontrar la necesaria paz en la mente que nos permita abrir nuestro corazón y liberar nuestros miedos y angustias. Si nos sentimos perturbados en cualquier aspecto es el momento de contemplar ese grandioso panorama que nos rodea, esa “morada de los dioses” que es nuestro verdadero hogar. ¡Solo hay que mirar hacia arriba!…

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